jueves, 31 de enero de 2019

El blog

La expresión «homo movens» es verdaderamente una expresión curiosa. Proveniente del latín, estas dos palabras cuando se combinan forman una polisemia tan desconcertante como maravillosa. En oposición a lo que diría la intuición lingüística sobre la lengua madre, «homo movens» significa «hombre que se mueve» solo en casos muy concretos y poco frecuentes, ya que susodicha expresión significa casi en la mayoría de las veces «hombre que se emociona». ¿No es acaso esta la perfecta coincidencia para dar nombre a un blog de cine? Me niego a creer que exista título mejor, honestamente.

Dejando a un lado la filología clásica, tal y como se ha dicho, este es el sitio de aquellos que no solamente amamos el cine, sino que sentimos en él una fuerza de expresión y hacia él una fuerza de atracción, que difícilmente encontramos en otras artes. Este es el lugar de los que apreciamos la profundidad intelectual de la obra de Kierkegaard, pero que sencillamente nos sentimos hipnotizados por ese «algo» del cine de Dreyer. Esta es la casa de todos aquellos que se emocionan solo un poquito más viendo 2001: Una odisea del espacio que leyendo Así habló Zaratustra.

Rechazamos el término de «cinéfilos» en el sentido moderno de la palabra, solamente para volver al sentido más filológico del mismo. Amamos y sentimos filia hacia el cine, pero lo nuestro es, en parte, una debilidad, un pie del que cojeamos, un placer culpable. Rechazamos el «arte por el arte» y, por ende, el cine como fin en sí mismo; anteponemos a ello el «arte por la vida» y tomamos el cine solo como nuestra herramienta predilecta para descifrarla, siendo esto solo una de las muchas cosas que queremos hacer para fundirnos en ella.

Es este un blog para aquellos que captan en el cine algo parecido a lo que André Bazin, para quien este no era más que fotografiar a Dios encarnado en una realidad específica. Este es, sin embargo, también un blog para los que quieren descubrir qué o quién es ese Dios.